Columna del sábado 31 de mayo de 2008
César Pérez Méndez
cperez@elquetzalteco.com.gt
VERITAS
Sabía que iban a surgir reacciones, desde las que agradezco, porque reconocen que para decir las cosas se necesita valor, pero también están los intolerantes, miopes; aquellos fanáticos que se tirarían al agua sin saber nadar con tal de salvar a quien creen perfecto.
Abordar la denuncia contra el pastor evangélico Manfredo Jacobs no es amarillismo, es nada más otro hecho; es la persecución penal del delito, porque hay una orden de captura; independientemente de su inocencia o culpabilidad que deberá demostrar cuando se entregue o lo agarre la Policía.
Los defensores no existen, porque ni respuesta tuvo la convocatoria a la improvisada “Marcha por la verdad” que al final fue cancelada. Tal vez lo apoyan, pero no lo defienden, porque amparar requiere autenticidad: dar la cara.
Tampoco es farándula, porque si este señor (pastor) se hubiera divorciado y luego casado con una jovencita (como al parecer ocurrió y por eso lo expulsaron de la Confraternidad de Pastores Evangélicos), me valiera un comino, porque no me ocupo de la vida personal de la gente; lo que sí me indigna, enfada e impacienta, es que haya gente capaz de usar a niños para sus satisfacciones -desviaciones- sexuales.
Un día, un anciano me dijo que quien abusa de un niño o niña es como quien se come una fruta tierna, sin sabor; pero que es distinto cuando la fruta está madura, porque hasta se disfruta. Cierto.
Miren, cada uno puede tener su opinión y debe ser respetada; lo condenable es que a estos 11 muchachitos les jodieron la vida, porque no es una presunción: el informe médico y psicólogico revela que fueron atacados sexualmente. Otra cosa es quién cometió esas agresiones y que, según el Ministerio Público, apuntan al pastor, fundador y director de la Casa Hogar Jerusalem, donde residían los infantes.
Y como la prensa no es juez ni parte, su obligación es advertir y exponer los hechos y que sea un tribunal quien diga si Jacobs es íntegro o malhechor; y como estos niños estaban bajo su encargo, si él no cometió los abusos, han de haber sido otros demonios encarnados.
Una cosa más que indirectamente tiene que ver con mi opinión, es que no se trata de una arremetida contra la iglesia evangélica o contra los cristianos; no, nada de eso, éste es un caso aislado que, lamentablemente lo protagoniza un dirigente espiritual.
PUNTO FINAL. Por favor, a los responsables de la programación evangélica en la televisión por cable, ya saquen del aire a Jacobs, todavía ayer predicaba -pregrabado-; claro, inmediatamente cambié de canal.